Desde una perspectiva tradicional en la definición de la misión de la universidad, siguen teniendo total validez los planteamientos realizados hace varias décadas por Ortega y Gasset (de la Plaza, 2003; Ponce, 2003) quien ya en la década de los treinta le señalaba a la Federación Universitaria Escolar de Madrid (FUE) los principales aspectos de dicho quehacer:
a)La transmisión de la cultura.
b)La enseñanza de las profesiones intelectuales.
c)La investigación científica y la preparación de futuros investigadores.
De acuerdo con el propio Ortega y Gasset (2007:140) “la universidad es distinta, pero inseparable de la ciencia […] la universidad tiene que ser antes que universidad, ciencia. Una atmósfera cargada de entusiasmos y esfuerzos científicos es el supuesto radical para la existencia de la universidad”, afirmaciones realizadas en el análisis de la relación con la cultura y la formación profesional que habitualmente son relacionadas con el rol de las universidades.
Sin embargo, las posturas más críticas y exigentes del rol de las universidades de cara al siglo XXI, asignan a las universidades diversos roles más allá de lo que son sus límites habituales, relacionando su quehacer también con un rol social que deriva en aspectos relativos a la empleabilidad de sus egresados, la transferencia tecnológica y la generación de emprendimientos (spin-off), así como con aspectos relativos al desarrollo sustentable de la sociedad, lo que algunos investigadores denominan la Tercera Misión de las universidades (Bueno & Casani, 2007).
Otro de los nuevos roles de las instituciones de educación superior es el de la “universidad de masas”, que denota la mayor cantidad y diversidad de las personas que ingresan a las universidades, lo que se contrapone con la incapacidad del sistema productivo de cada país o región para absorber el explosivo aumento de oferta de profesionales egresados de las universidades (Muñoz, 2007), que sumado al crecimiento demográfico vivido a nivel mundial, generan una serie de críticas de la sociedad a las universidades y sus procesos de formación que se resumen en frases tales como “fábrica de parados” o “paro intelectual”.
Además, Calleja (1995) en el análisis del concepto “universidad empresa”, se cuestionaba respecto de la adaptación de las universidades a los cambios sufridos por la sociedad, mostrando su preocupación por la real capacidad de la universidad para responder a las actuales necesidades de la sociedad, describiendo a las instituciones de educación superior como expendedoras de títulos profesionales con una escasa conexión con la sociedad a la que pertenece, pesando muy poco en la vida de las personas que pasan por sus aulas.
De acuerdo con Michavila & Calvo (1998) es posible identificar algunas demandas sociales respecto de la universidad, expresadas como requerimientos concretos que son percibidos como más importantes o menos satisfechos de acuerdo con la sociedad en la cual se inserta la universidad: (1) creación, desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, la técnica y la cultura; (2) Preparación para el mundo profesional para conseguir empleo; (3) apoyo científico y técnico al desarrollo cultural, social y económico de su entorno; y (4) Transmisión de la cultura universitaria.
Otros autores como Zabalza (2002:77) muy en sintonía con los planteamientos precedentes, se atreven a plantear incluso una reorientación en la razón de ser de las universidades, la que se orientaría hacia una misión institucional que demuestra que “interesa formar para el empleo e interesa investigar en aquellos asuntos más rentables y fáciles de colocar en el mercado”, dejando atrás los esquemas más básicos de la universidad tradicional desde su creación tanto en la Edad Media como a partir de la Revolución Francesa.
a)La transmisión de la cultura.
b)La enseñanza de las profesiones intelectuales.
c)La investigación científica y la preparación de futuros investigadores.
De acuerdo con el propio Ortega y Gasset (2007:140) “la universidad es distinta, pero inseparable de la ciencia […] la universidad tiene que ser antes que universidad, ciencia. Una atmósfera cargada de entusiasmos y esfuerzos científicos es el supuesto radical para la existencia de la universidad”, afirmaciones realizadas en el análisis de la relación con la cultura y la formación profesional que habitualmente son relacionadas con el rol de las universidades.
Sin embargo, las posturas más críticas y exigentes del rol de las universidades de cara al siglo XXI, asignan a las universidades diversos roles más allá de lo que son sus límites habituales, relacionando su quehacer también con un rol social que deriva en aspectos relativos a la empleabilidad de sus egresados, la transferencia tecnológica y la generación de emprendimientos (spin-off), así como con aspectos relativos al desarrollo sustentable de la sociedad, lo que algunos investigadores denominan la Tercera Misión de las universidades (Bueno & Casani, 2007).
Otro de los nuevos roles de las instituciones de educación superior es el de la “universidad de masas”, que denota la mayor cantidad y diversidad de las personas que ingresan a las universidades, lo que se contrapone con la incapacidad del sistema productivo de cada país o región para absorber el explosivo aumento de oferta de profesionales egresados de las universidades (Muñoz, 2007), que sumado al crecimiento demográfico vivido a nivel mundial, generan una serie de críticas de la sociedad a las universidades y sus procesos de formación que se resumen en frases tales como “fábrica de parados” o “paro intelectual”.
Además, Calleja (1995) en el análisis del concepto “universidad empresa”, se cuestionaba respecto de la adaptación de las universidades a los cambios sufridos por la sociedad, mostrando su preocupación por la real capacidad de la universidad para responder a las actuales necesidades de la sociedad, describiendo a las instituciones de educación superior como expendedoras de títulos profesionales con una escasa conexión con la sociedad a la que pertenece, pesando muy poco en la vida de las personas que pasan por sus aulas.
De acuerdo con Michavila & Calvo (1998) es posible identificar algunas demandas sociales respecto de la universidad, expresadas como requerimientos concretos que son percibidos como más importantes o menos satisfechos de acuerdo con la sociedad en la cual se inserta la universidad: (1) creación, desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, la técnica y la cultura; (2) Preparación para el mundo profesional para conseguir empleo; (3) apoyo científico y técnico al desarrollo cultural, social y económico de su entorno; y (4) Transmisión de la cultura universitaria.
Otros autores como Zabalza (2002:77) muy en sintonía con los planteamientos precedentes, se atreven a plantear incluso una reorientación en la razón de ser de las universidades, la que se orientaría hacia una misión institucional que demuestra que “interesa formar para el empleo e interesa investigar en aquellos asuntos más rentables y fáciles de colocar en el mercado”, dejando atrás los esquemas más básicos de la universidad tradicional desde su creación tanto en la Edad Media como a partir de la Revolución Francesa.
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