La ISO 26000, que definitivamente no será una Norma sino que una Guía de responsabilidad social, ha entrado en la última fase de un largo proceso para su aprobación final (iniciado en enero de 2005) y posterior entrada en vigencia fechada para finales de 2010, luego de un sinnúmero de borradores, períodos de opinión, discusión y votación que se van repitiendo hasta alcanzar un consenso entre los diferentes expertos a nivel mundial que participan en el proceso de elaboración de esta Guía.
De acuerdo a lo que informa la International Organization for Standarization, el proceso de elaboración de la ISO 26000 ha ingresado en su última fase denominada "Final Draft International Standard (FDIS), por lo que hacia finales del presente año debiera realizarse la reunión en donde se vote el texto definitivo que se hará publico para su aplicación en las organizaciones.
Cabe recordar que el carácter de Guía y no de Norma no es sólo semántico en cuanto a las diferencias que existen entre una y otra, sino que tiene implicaciones efectivas en términos de certificación por parte de evaluadores externos especialmente dedicados a este tipo de procesos, tal y como ocurre por ejemplo con otras Normas ISO como la 9000, 14000 o similares, algo que con la Guía ISO 26000 no ocurrirá dado su carácter voluntario con el cual se ha decidido desarrollar, que se traduce sólo en recomendaciones para las organizaciones que decidan implementarla y no como indicadores que exigen a las mismas cumplir con determinadas estándares de responsabilidad social.
Más allá del extenso y reflexivo trabajo que han realizado los más de 400 expertos que participan en el proceso de elaboración de esta Guía, probablemente el impacto que la ISO 26000 provoque en el ámbito de la gestión organizacional sea más bien limitado a nuestro juicio, como ya quedara demostrado con las críticas enunciadas por diferentes organizaciones empresariales hace poco menos de dos meses.
Sin embargo, mis críticas apuntan hacia un aspecto concreto en donde pienso que esta guía flaquerá prontamente, y que se deduce de las principales críticas que se le formulan al concepto de responsabilidad social: su ambiguedad tanto conceptual como práctica en cuanto a su aplicación en las organizaciones.
Al parecer, la Guía ISO 26000 adolece de las mismas falencias, a lo que deben sumarse las grandes expectativas que había generado su elaboración, las que se fueron diluyendo poco a poco a medida que se señalaba su carácter no certificable y su carácter más bien de recomendaciones generales.
En síntesis, bien porque ya queda menos de un año para que se haga oficial la existencia y disponibilidad de la ISO 26000, no obstante sigue siendo criticable el hecho de que no logre satisfacer las expectativas de un amplio expectro de observadores, investigadores y especialmente empresarios, que al parecer esperábamos otro resultado de este extenso proceso de desarrollo de esta Guía.
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