China es una nación peculiar y con muchos contrastes, con una férrea dictadura comunista que aplica el modelo económico neoliberal de una forma más ortodoxa que el propio EE.UU., posee una política de control de natalidad durísima, es uno de los mayores contaminantes del mundo, y de tarde en tarde tensiona la paz mundial con alguno de sus ensayos militares.
Sin embargo, es quizá el único país del mundo que ha mantenido o incluso aumentado sus niveles de crecimiento económico en plena crisis financiera, y probablemente nadie pueda discutir el cada vez más infravalorado cartel de "potencia mundial", que otrora se disputaran la ex URSS y los EE.UU.
He de reconocer que muchas de las políticas que aplica este país no son de mi agrado, pero independientemente de aquello me ha parecido interesante destacar una nota que publica el diario inglés The Guardian en su edición online de ayer, donde el Presidente de la Universidad de Yale Richard Levin señala que la fuerte inversión del gobierno chino en sus universidades, les permitirá en el mediano plazo alcanzar el nivel de las universidades más prestigiosas del mundo, tales como Oxford o Cambridge.
La inversión china en su sistema de educación superior es equivalente a 1,5% de su PIB (mil millones de yuan), duplicando la aun incumplida meta europea del 0,7% del PIB para la I+D+i, con el propósito de ubicar a sus principales universidades como Tsinghua y Pekín entre las top ten a nivel mundial, algo que de acuerdo con el Presidente de Yale ocurrirá dentro de los próximos 25 años.
De esta manera, China en sólo una década ha construido uno de los sistema universitarios más grandes del mundo, pasando de 1.022 a 2.263 universidades, con una matrícula actual de más de 5 millones de estudiantes, quintuplicando esa cifra desde 1997.
No obstante estos esfuerzos, alguno de los reparos que hace Richard Levin a esta situación se relacionan con los criterios políticos con los cuales las autoridades chinas asignan estos recursos, en desmedro del mérito científico y la excelencia, lo que se refleja además en la baja multidisciplinariedad y carencia del cultivo del pensamiento crítico en las universidades chinas, lo que definitivamente contrarresta la fuerte inversión.
A pesar de ello, resulta totalmente destacable la visión gubernamental china de invertir y potenciar su sistema de educación superior así como de I+D+i, por lo tanto digno de imitarse, algo que por ejemplo en los casos del Reino Unido y España han optado por seguir la alternativa contraria, cortando o disminuyendo los presupuestos a los sistemas de educación superior e investigación científica respectivamente, con el propósito de hacer frente a la crisis económica a través de un recorte del gasto público en estas materias. Veremos con el paso de los años quien tenía la razón.
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