lunes, 16 de noviembre de 2009

Las universidades líquidas


Una de las misiones clásicas asignadas a las universidades es la formación profesional, situación avalada por el pensamiento de clásicos como Giner de los Ríos u Ortega y Gasset, pero que en la actualidad deben enfrentarse con nuevos enfoques sociológicos como los de la modernidad líquida.
Zygmunt Bauman en su libro “Los retos de la educación en la modernidad líquida” (2008) nos plantea importantes desafíos para el sistema educativo en general, pero que podemos enfocar especialmente en el rol y desarrollo que deberán alcanzar las instituticiones de educación superior en los próximos años, incluyendo además de las universidades también a los institutos y centros de formación técnica, desafíos que podemos resumir en tres grandes exigencias:
1. El conocimiento se ajusta al uso instantáneo y se concibe para que se utilice una sola vez. El conocimiento como mercancía pierde valor de mercado rápidamente y debe ser reemplazado.
2. En un mundo líquido toda sabiduría y todo conocimiento de cómo hacer algo sólo puede envejecer rápidamente y agotar súbitamente la ventaja que alguna vez ofreció, por lo que el reto de la educación está en la velocidad como para no quedarse demasiado tiempo enfocados en una misma forma de generar y transferir el conocimiento.
3. Los requerimientos del mundo laboral respecto del conocimiento y aptitudes de sus empleados se relacionan con la disposición de ideas insólitas, proyectos excepcionales nunca antes sugeridos por otros y sobretodo la propensión a marchar solitariamente por caminos propios. De esta manera, la modernidad líquida demanda un tipo de conocimiento o inspiración del tipo “asesor” que le enseñe como marchar y no maestros que le aseguren que están recorriendo la única carretera posible, ya abarrotada.
De esta manera, los esfuerzos de cientos de profesores empeñados en innovar y desarrollar nuevas estrategias de enseñanza – aprendizaje en la formación profesional, que motiven a sus estudiantes por asistir a clases en primer lugar, y luego, para incorporarse como actor principal en su proceso formativo tendrán resultados discretos, al igual que la medieval “clase magistral” propia de un modelo centrado en el profesor y no en el estudiante, en la medida en que se no encuadren en este escenario líquido que nos plantea Bauman.
Clases extraordinariamente innovadoras que quedarán enmarcadas en la mente y el recuerdo de muchos estudiantes y maestros, serán rápidamente puestas bajo sospecha en la medida en que no proporcionen las habilidades, aptitudes y conocimientos necesarios para obtener un puesto de trabajo, por lo que la educación liberal con todos los buenos propósitos que posee, enseñar al hombre a pensar y reflexionar acerca de una mejor sociedad, no tendrán ningún valor para los egresados si no les permite ser creativos e innovadores en sus puestos de trabajo, si no les permite ser autónomos y dueños de su propio desarrollo laboral, sentirse empoderados de lo que hacen en el mundo laboral, pero principalmente que les permita acceder rápidamente a un puesto de trabajo.
En suma, el romanticismo y empatía que muchas veces evocan los notables esfuerzos de cientos de profesores de la educación superior que aman profundamente lo que hacen, y se sienten absolutamente comprometidos con la formación de sus estudiantes, observan con cierta impotencia como sus esfuerzos por innovar, por realizar una clase distinta y motivadora, tendiente a despertar al estudiante de su letargo, se ve abruptamente confrontada con los insaciables deseos de la modernidad líquida para que las universidades incorporen en sus procesos de formación profesional estos aspectos, propios de una mirada a corto plazo de los resultados que de manera inmediata deben producir los esfuerzos que se realicen en las aulas, laboratorios o talleres de las universidades e institutos.
A propósito de todo esto, coincidentemente hoy ha salido una nota en el diario El País acerca de los métodos de enseñanza más efectivos para las Ciencias.


El cuestionamiento inmediato que surge para los propósitos temáticos de este blog, radica en determinar cuál de estas propuestas refleja mejor el comportamiento socialmente responsable de una institución de educación superior, aquella más líquida pero que responde plenamente a los requerimientos de la sociedad actual para favorecer la empleabilidad inmediata de sus egresados, o la más liberal o romántica como la hemos denominado aquí, aquella que busca incentivar al estudiante y también al profesor para que asuman roles más activos y comprometidos con el proceso de formación profesional, más allá de la clásica y denostada clase magistral donde los estudiantes se sientan en la sala de clases a dormir…….(escuchar) los autorreferentes pensamientos del todopoderoso profesor. Probablemente una combinación de los planteamientos de Bauman con importantes aportes de educación liberal puedan proporcionar mejores resultados.

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