sábado, 9 de enero de 2010

La Misión de las Universidades.

Desde una perspectiva tradicional en la definición de la misión de la universidad, siguen teniendo total validez los planteamientos realizados hace varias décadas por Ortega y Gasset (de la Plaza, 2003; Ponce, 2003) quien ya en la década de los treinta le señalaba a la Federación Universitaria Escolar de Madrid (FUE) los principales aspectos de dicho quehacer:
a)La transmisión de la cultura.
b)La enseñanza de las profesiones intelectuales.
c)La investigación científica y la preparación de futuros investigadores.
De acuerdo con el propio Ortega y Gasset (2007:140) “la universidad es distinta, pero inseparable de la ciencia […] la universidad tiene que ser antes que universidad, ciencia. Una atmósfera cargada de entusiasmos y esfuerzos científicos es el supuesto radical para la existencia de la universidad”, afirmaciones realizadas en el análisis de la relación con la cultura y la formación profesional que habitualmente son relacionadas con el rol de las universidades.
Sin embargo, las posturas más críticas y exigentes del rol de las universidades de cara al siglo XXI, asignan a las universidades diversos roles más allá de lo que son sus límites habituales, relacionando su quehacer también con un rol social que deriva en aspectos relativos a la empleabilidad de sus egresados, la transferencia tecnológica y la generación de emprendimientos (spin-off), así como con aspectos relativos al desarrollo sustentable de la sociedad, lo que algunos investigadores denominan la Tercera Misión de las universidades (Bueno & Casani, 2007).
Otro de los nuevos roles de las instituciones de educación superior es el de la “universidad de masas”, que denota la mayor cantidad y diversidad de las personas que ingresan a las universidades, lo que se contrapone con la incapacidad del sistema productivo de cada país o región para absorber el explosivo aumento de oferta de profesionales egresados de las universidades (Muñoz, 2007), que sumado al crecimiento demográfico vivido a nivel mundial, generan una serie de críticas de la sociedad a las universidades y sus procesos de formación que se resumen en frases tales como “fábrica de parados” o “paro intelectual”.
Además, Calleja (1995) en el análisis del concepto “universidad empresa”, se cuestionaba respecto de la adaptación de las universidades a los cambios sufridos por la sociedad, mostrando su preocupación por la real capacidad de la universidad para responder a las actuales necesidades de la sociedad, describiendo a las instituciones de educación superior como expendedoras de títulos profesionales con una escasa conexión con la sociedad a la que pertenece, pesando muy poco en la vida de las personas que pasan por sus aulas.
De acuerdo con Michavila & Calvo (1998) es posible identificar algunas demandas sociales respecto de la universidad, expresadas como requerimientos concretos que son percibidos como más importantes o menos satisfechos de acuerdo con la sociedad en la cual se inserta la universidad: (1) creación, desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, la técnica y la cultura; (2) Preparación para el mundo profesional para conseguir empleo; (3) apoyo científico y técnico al desarrollo cultural, social y económico de su entorno; y (4) Transmisión de la cultura universitaria.
Otros autores como Zabalza (2002:77) muy en sintonía con los planteamientos precedentes, se atreven a plantear incluso una reorientación en la razón de ser de las universidades, la que se orientaría hacia una misión institucional que demuestra que “interesa formar para el empleo e interesa investigar en aquellos asuntos más rentables y fáciles de colocar en el mercado”, dejando atrás los esquemas más básicos de la universidad tradicional desde su creación tanto en la Edad Media como a partir de la Revolución Francesa.

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