martes, 12 de enero de 2010

Las universidades británicas de rodillas ante Gordon Brown.

Las crisis de los sistemas universitarios comienzan a figurar en el horizonte de algunos países europeos, hemos señalado anteriormente los problemas de financiamiento estatal que están experimentando algunas universidades españolas, y ahora al parecer le toca el turno a las universidades británicas.
Ayer, el diario inglés "The Guardian" en su versión online publicaba un artículo acerca de las iracundas quejas de las universidades inglesas dirigidas hacia el Primer Ministro Gordon Brown, quien ha señalado que realizará "ajustes" presupuestarios, que el Gobierno Británico pretende efectuar a la educación superior de aquel país, equivalentes a una reducción de 2.500 millones de libras esterlinas en los presupuestos de las universidades británicas.
Las reacciones y críticas desde el ámbito universitario británico no se han hecho esperar, y de acuerdo con "The Guardian" el mencionado ajuste obligaría a cerrar o fusionar a varias de estas instituciones, que de acuerdo con sus Directivos se trasforma en algo lamentable, ya que lo que les ha costado más de 8 siglos, para forjar uno de los mejores sistemas universitarios del mundo, el Primer Ministro Brown pretende tirar por la borda en sólo seis meses.
De esta manera, las principales universidades británicas, encabezadas por Oxford y Cambridge, a las que se suman otras tales como Warwick, Liverpool y Glasgow le recordaban al Primer Ministro que otros países han tomado la alternativa totalmente contraria para superar la crisis económica y financiera, inyectando una gran cantidad de recursos en sus sistemas universitarios y de Ciencia y Tecnología, como el caso de Alemania que invertirá 18 mil millones de euros, Francia con 11 mil millones de euros, e incluso los EE.UU. donde el gobierno de Barak Obama pretende invertir más de 40 mil millones de dólares adicionales en la próxima década para la ciencia, tecnología y energía de aquel país.
La reducción presupuestaria en las universidades británicas obligaría a estas instituciones a negar el ingreso a miles de estudiantes o aumentar el valor de las tasas de matrícula anual en un 30% aproximadamente, además de los perjuicios para la economía del Reino Unido, especialmente en materia de investigación, innovación y emprendimiento, los que si lugar a dudas tendrán sus efectos en la capacidad de estos países para enfrentar de mejor manera su salida de la actual crisis económica, según las autoridades universitarias.
Como se observa, los recortes presupuestarios a las universidades y el sistema de ciencia y tecnología parace que dejará de ser una exclusividad del gobierno español de Rodríguez Zapatero, quien a encontrado en Gordon Brown un imitador inesperado en su política de realizar ajustes al presupuesto público, justamente en lo que la mayoría de los expertos y analistas financieros y económicos recomiendan NO realizar: Los sistemas universitarios, así como en los de I+D+i.
Esperemos que esta inadecuada medida no se siga "exportando" hacia otros países del orbe, lo que sin lugar a dudas aumentará los ya nefastos efectos de la actual crisis financiera y económica mundial.
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sábado, 9 de enero de 2010

La Misión de las Universidades.

Desde una perspectiva tradicional en la definición de la misión de la universidad, siguen teniendo total validez los planteamientos realizados hace varias décadas por Ortega y Gasset (de la Plaza, 2003; Ponce, 2003) quien ya en la década de los treinta le señalaba a la Federación Universitaria Escolar de Madrid (FUE) los principales aspectos de dicho quehacer:
a)La transmisión de la cultura.
b)La enseñanza de las profesiones intelectuales.
c)La investigación científica y la preparación de futuros investigadores.
De acuerdo con el propio Ortega y Gasset (2007:140) “la universidad es distinta, pero inseparable de la ciencia […] la universidad tiene que ser antes que universidad, ciencia. Una atmósfera cargada de entusiasmos y esfuerzos científicos es el supuesto radical para la existencia de la universidad”, afirmaciones realizadas en el análisis de la relación con la cultura y la formación profesional que habitualmente son relacionadas con el rol de las universidades.
Sin embargo, las posturas más críticas y exigentes del rol de las universidades de cara al siglo XXI, asignan a las universidades diversos roles más allá de lo que son sus límites habituales, relacionando su quehacer también con un rol social que deriva en aspectos relativos a la empleabilidad de sus egresados, la transferencia tecnológica y la generación de emprendimientos (spin-off), así como con aspectos relativos al desarrollo sustentable de la sociedad, lo que algunos investigadores denominan la Tercera Misión de las universidades (Bueno & Casani, 2007).
Otro de los nuevos roles de las instituciones de educación superior es el de la “universidad de masas”, que denota la mayor cantidad y diversidad de las personas que ingresan a las universidades, lo que se contrapone con la incapacidad del sistema productivo de cada país o región para absorber el explosivo aumento de oferta de profesionales egresados de las universidades (Muñoz, 2007), que sumado al crecimiento demográfico vivido a nivel mundial, generan una serie de críticas de la sociedad a las universidades y sus procesos de formación que se resumen en frases tales como “fábrica de parados” o “paro intelectual”.
Además, Calleja (1995) en el análisis del concepto “universidad empresa”, se cuestionaba respecto de la adaptación de las universidades a los cambios sufridos por la sociedad, mostrando su preocupación por la real capacidad de la universidad para responder a las actuales necesidades de la sociedad, describiendo a las instituciones de educación superior como expendedoras de títulos profesionales con una escasa conexión con la sociedad a la que pertenece, pesando muy poco en la vida de las personas que pasan por sus aulas.
De acuerdo con Michavila & Calvo (1998) es posible identificar algunas demandas sociales respecto de la universidad, expresadas como requerimientos concretos que son percibidos como más importantes o menos satisfechos de acuerdo con la sociedad en la cual se inserta la universidad: (1) creación, desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, la técnica y la cultura; (2) Preparación para el mundo profesional para conseguir empleo; (3) apoyo científico y técnico al desarrollo cultural, social y económico de su entorno; y (4) Transmisión de la cultura universitaria.
Otros autores como Zabalza (2002:77) muy en sintonía con los planteamientos precedentes, se atreven a plantear incluso una reorientación en la razón de ser de las universidades, la que se orientaría hacia una misión institucional que demuestra que “interesa formar para el empleo e interesa investigar en aquellos asuntos más rentables y fáciles de colocar en el mercado”, dejando atrás los esquemas más básicos de la universidad tradicional desde su creación tanto en la Edad Media como a partir de la Revolución Francesa.
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domingo, 3 de enero de 2010

La Teoría de los stakeholders

Otro de los temas importantes en mi investigación sobre la responsabilidad social, me lleva al análisis del concepto de stakeholders o partes interesadas, debido a que uno de los aspectos centrales del desarrollo de un comportamiento socialmente responsable, radica en la adecuada gestión de la relación entre la organización y sus partes interesadas.
El termino stakeholder o partes interesadas fue acuñado por primera vez en 1963 por el Stanford Research Institute (Freeman, 1984; Wang & Dewhirst, 1992; Sternberg, 1997; Lozano, 1999; Freeman, 2005; Sison, 2008; Lozano, 2009) para identificar a aquellos grupos o personas que son de importancia vital para la existencia de una organización.
Actualmente, existe un consenso general en el mundo académico e investigador, respecto del importante aporte de R. Edward Freeman en el desarrollo de la teoría de los stakeholders en el año 1984, como la primera sistematización de importancia respecto de dicho termino, definiendo este concepto como “cualquier grupo o individuo que pueda afectar o se vea afectado por la consecución de los propósitos de la empresa”. (Wicks et al, 1994; Mitchell et al, 1997; Argandoña, 1998; Lozano, 1999; Post et al, 2002b; Freeman, 2005; Vargas, 2006; Sison, 2008; Lozano, 2009)
Sin embargo, la identificación de los stakeholders de una organización a la hora de gestionar su responsabilidad social, adquiere una gran importancia y complejidad, debido a que muchas veces no se tiene claro quiénes son las partes interesadas (Lozano, 1999; Hax, 2006; Prandi, 2007; Setó, 2007) debido a las múltiples formas, características y definiciones que los grupos de interés pueden adquirir.
Esta identificación dependerá de los diferentes ámbitos o sectores al cual pertenezca cada organización, el parámetro o característica con el cual se pretenda identificar a los actores involucrados y muy especialmente, dependiendo del grado de compromiso con el cual cada institución pretenda asumir su comportamiento socialmente responsable.
Este último aspecto puede ser determinante en la identificación de las partes interesadas, debido a que este compromiso puede oscilar en un baremo que va desde el cumplimiento cosmético o estético en función del marketing, hasta la asunción de un compromiso real y sincero por establecer un diálogo fluido y permanente con todos sus stakeholders, para acrecentar su capital social o relacional estableciendo una comunidad de aprendizaje y participación permanente.
Además, es habitual encontrarse con que las organizaciones identifican como sus stakeholders solamente a aquellos grupos que se encuentran organizados, como un sindicato por ejemplo, o aquellos grupos con los cuales la organización mantiene algún tipo de relacional contractual (Post et al, 2002; Antonacopoulou & Meric, 2005; Hax, 2006).
Otro aspecto importante de recordar en la gestión de la relación con los stakeholders, se vincula con la creación de valor o riqueza generada por la organización para las partes interesadas y para sí misma (Post et al, 2002, 2002b; Antonacopoulou & Meric, 2005; Ferrary, 2005; Torres, 2006; Setó, 2007; Puentes et al, 2008) siendo relevante considerar que el valor creado es limitado, y que por lo tanto se generará una competencia entre todas las partes que están directa e indirectamente involucradas en el proceso de creación de valor, por lo que la organización debe ser capaz de gestionar las interacciones y disputas que puedan generarse en este proceso.
En este último aspecto, Ferrary (2005) nos recuerda que en un sistema stakeholder de relaciones entre la organización y sus partes interesadas, los distintos grupos o actores no sólo interactúan de manera bi-direccional con la organización, sino que regularmente interactúan también con las otras partes interesadas en forma de red, con lo que pueden lograr intervenir directamente en el funcionamiento de la organización con mayor fuerza, perspectiva reticular que también es compartida por otros autores tales como Lozano (1999, 2009) o Post et al (2002, 2002b).
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